Con tristeza he visto que el dominio en los grupos está
más generalizado de lo que me imaginaba. Como dice nuestro manual de servicio,
el dominio junto con la religión y la murmuración son nuestros más grandes
enemigos. No soy tan ingenuo como para creer que en nuestros grupos la gente
que llega es perfecta y que en ningún momento sus defectos saldrán a flor de
piel. Soy el primero en admitir que soy imperfecto y que a veces se me sale “el
feo”. Lo que me sacude interiormente es que sea un problema que yo consideraba
menos común. El efecto de esa práctica ha sido devastador. Los grupos pierden
membresía o del todo cierran. Los nuevos, en el mejor de los casos, buscan otro
grupo. En el peor, no regresan a la hermandad y hablan pestes de ella. No los
culpo. Van a un lugar donde se les dice que reina la buena voluntad y
encuentran lo contrario.
Desde
mi punto de vista estas tiranías se han instaurado principalmente por dos
factores: la necesidad de control y la baja autoestima. Vivir en un hogar
inestable crea la necesidad de tener todo controlado. También a muchas personas
se les asignaron grandes responsabilidades desde muy pequeños y se les exigía
demasiado. Todo tenía que salir perfecto y su tolerancia a la frustración se volvió muy baja al mismo tiempo que su necesidad de aprobación se disparó. Luego está el tema de la baja
autoestima que impulsa a alguna gente a buscar con desesperación el poder y sentirse
importante, mejor que los demás, indispensable.
La
Duodécima Tradición nos recuerda anteponer los principios a las personas, de
otra manera los pilares que sostienen a nuestra hermandad, se vendrán al suelo.
Someterse a los principios resguarda y fortalece al grupo. Hacer lo que
me venga en gana, con la excusa que sea, lo destruye. El anonimato no solo me
pide hacer a un lado el chisme sino cualquier otra manifestación de mi ego. Si
alguien no quiere soltar las riendas, creo que debe considerarlo seriamente por
las nefastas consecuencias para sí mismo y la hermandad. Y los subyugados
deberían considerar levantarse en armas, entendiendo por armas los principios. Una
sana rebeldía puede salvar al grupo. Que nuestro miedo no confabule para
acabar con nuestra querida hermandad
Estoy de acuerdo con lo que describes, y en mayor medida con los últimos renglones. Pues de mi parte encuentro que en muchas ocasiones si no me dicen que hacer y cómo no tomo la iniciativa porque le temo al conflicto.
ResponderBorrarMuchas gracias por tus reflexiones.