domingo, 19 de febrero de 2017

¡Aquí se hace lo que digo yo!



Con tristeza he visto que el dominio en los grupos está más generalizado de lo que me imaginaba. Como dice nuestro manual de servicio, el dominio junto con la religión y la murmuración son nuestros más grandes enemigos. No soy tan ingenuo como para creer que en nuestros grupos la gente que llega es perfecta y que en ningún momento sus defectos saldrán a flor de piel. Soy el primero en admitir que soy imperfecto y que a veces se me sale “el feo”. Lo que me sacude interiormente es que sea un problema que yo consideraba menos común. El efecto de esa práctica ha sido devastador. Los grupos pierden membresía o del todo cierran. Los nuevos, en el mejor de los casos, buscan otro grupo. En el peor, no regresan a la hermandad y hablan pestes de ella. No los culpo. Van a un lugar donde se les dice que reina la buena voluntad y encuentran lo contrario.

Desde mi punto de vista estas tiranías se han instaurado principalmente por dos factores: la necesidad de control y la baja autoestima. Vivir en un hogar inestable crea la necesidad de tener todo controlado. También a muchas personas se les asignaron grandes responsabilidades desde muy pequeños y se les exigía demasiado. Todo tenía que salir perfecto y su tolerancia a la frustración se volvió muy baja al mismo tiempo que su necesidad de aprobación se disparó. Luego está el tema de la baja autoestima que impulsa a alguna gente a buscar con desesperación el poder y sentirse importante, mejor que los demás, indispensable.

La Duodécima Tradición nos recuerda anteponer los principios a las personas, de otra manera los pilares que sostienen a nuestra hermandad, se vendrán al suelo. Someterse a los principios resguarda y fortalece  al grupo. Hacer lo que me venga en gana, con la excusa que sea, lo destruye. El anonimato no solo me pide hacer a un lado el chisme sino cualquier otra manifestación de mi ego. Si alguien no quiere soltar las riendas, creo que debe considerarlo seriamente por las nefastas consecuencias para sí mismo y la hermandad. Y los subyugados deberían considerar levantarse en armas, entendiendo por armas los principios. Una sana rebeldía puede salvar al grupo. Que nuestro miedo no confabule para acabar con nuestra querida hermandad

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con lo que describes, y en mayor medida con los últimos renglones. Pues de mi parte encuentro que en muchas ocasiones si no me dicen que hacer y cómo no tomo la iniciativa porque le temo al conflicto.
    Muchas gracias por tus reflexiones.

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