En la
adolescencia y parte de mi juventud, pensaba que conseguir una pareja haría que
mi vida fuera maravillosa y que viviría en un constante gozo. Estaba convencido
de que nunca me cansaría de vivir en ese frenesí eterno y estaba dispuesto a
anularme completamente por cumplir las exigencias de la otra persona.
Mi falta
de experiencia y madurez aunadas a las fantasías románticas que me vendían por
doquier y a mis carencias afectivas, sirvieron para que me interesara
obsesivamente en establecer un noviazgo. Cuando recuerdo esa forma de pensar
tan poco realista e inmadura, me produce risa y hasta un poco de sonrojo. Mi
padrino lo que me dijo cuando le comenté las tonterías que cometí intoxicado
por esas absurdas ideas románticas es que "cuando era niño, pensaba como
niño y actuaba como niño". Eso me ayudó a comprender que estaba actuando
de acuerdo a esa edad. Por supuesto que en la actualidad tengo una visión
diferente.
Una relación de pareja producirá satisfacciones pero no será un éxtasis
continuo. Si bien es cierto hay que hacer sacrificios para que una relación
funcione, no debo anularme como persona porque, además de dañarme, voy a
conseguir el resultado contrario. Quizá logre que la relación se mantenga pero
jamás que funcione que es algo muy diferente.
Agradezco mucho a mi Poder
Superior que me ayudara a entender que no puedo valorar una relación de pareja
por encima de mi integridad física, mental y espiritual como en algún momento
creí. El miedo a la soledad, la necesidad de sentirse deseado y amado,
limitaciones económicas, el qué dirán, presiones sociales, la vanidad, la
excitación inconsciente que produce el repetir la búsqueda de afecto de un
progenitor indiferente son algunas de las razones que hacen que muchas personas
permanezcan destruyéndose dentro de una relación disfuncional.
Con lo que
aprendido en Al-Anon, ahora más que nunca estoy convencido de que no necesito a
nadie para sentirme completo. El amor no es para suplir carencias sino para
unir dos plenitudes que se entregan mutuamente para convertirse en algo mejor.
Puedo compartir mi vida con alguien que la enriquezca pero en el momento en que
la empobrezca, debo prescindir de esa compañía. El amor siempre es
constructivo, nunca destructivo.
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