Siento una
enorme seguridad sabiendo que mi Poder Superior, siempre y cuando se lo
permita, está continuamente cuidándome y guiándome. No puedo pretender que haga
todo lo que quiero, ni que consienta mis defectos de carácter que a veces salen
a flor de piel.
Después de muchos años de sufrir decepciones me ha costado
creer que alguien puede ser una guía confiable y una ayuda efectiva. Estoy
consciente que la fe me falla en el momento de enfrentar una situación
complicada porque estoy acostumbrado a reaccionar. Pero hago una pausa para
entrar en razón y recordar que aunque no tengo poder, no estoy desamparado.
El
Dios de mi entendimiento me ha demostrado que su capacidad está por encima de
cualquier persona, cosa y circunstancia, así que no tengo motivo para creer que
estoy en desventaja si me apoyo en él. Lo que no debo olvidar es hacer siempre
mi mejor esfuerzo por aferrarme a los principios espirituales, para estar
receptivo a su poder y guía.
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