Cuando
llegué a mi primera reunión me sentí muy bien recibido por los que se
convertirían en mis compañeros. Me pareció que entraba a otro
mundo. Ahí las personas estaban totalmente dedicadas a mejorar como personas,
lo que inevitablemente los llevaría a vivir de una manera que les traería paz,
libertad y gozo. Estar en medio de ellos me hizo sentirme apoyado y
comprendido, lo que me impulsó a ir asiduamente.
La
literatura no trataba sobre profundos conceptos psicológicos, médicos o
filosóficos. En su mayoría eran recopilaciones de vivencias que servían
de orientación para conducirse por el diario vivir siguiendo los principios del
programa. Esa forma tan solidaria de hablar y comportarse, era el lenguaje del
corazón. Era un lenguaje sencillo y natural, como debería ser nuestra vida. Ese
lenguaje fue calando hondo dentro de mí y también me empezó a sanar.
Ahora
entiendo por qué el compartir de dos personas sobre su problema de alcoholismo
se convirtió en la base del programa que disfrutamos hoy. Ahora mi meta es
convertir ese lenguaje en mi lenguaje cotidiano. Compartir mi experiencia,
fortaleza y esperanza es la forma en que mi corazón sana y ayuda a sanar a los
de los demás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Le sugiero dejar su comentario usando la opción Anónimo