Tengo mucha gente que me es especialmente
querida y por eso también siento una especial tentación de controlarlos. Mi
excusa es que quiero lo mejor para ellos y deseo evitarles sufrimientos
inútiles.
En mi familia, cuidar a los demás significaba aplicar un control
estricto, so pena de castigo físico y psicológico al que osare cuestionarlo.
Más que un hogar donde se cuidaba amorosamente a sus miembros parecía una
dictadura familiar. Ese deseo de control también generaba mucha angustia
que por cierto era bien vista, porque se consideraba una señal de legítimo
interés por los demás. Las personas no han dejado de interesarme y ahora me
intereso más en ellas. Antes no dejaba de verlas como una propiedad, partes de
mi ego y mi amor hacia ellas en el fondo era pura preocupación por mí mismo.
Eso ha cambiado. Aprendí que mis seres queridos son libres y están al cuidado
de un Poder Superior. Puedo confiar que como yo soy protegido y guiado por él,
igual ellos están bajo su protección y su guía.
Mis buenos deseos no pueden
convertirse en una permanente tortura por lograr un control imposible sobre las
personas y las situaciones. Dios se encarga de mis seres queridos. Son parte de
mi vida y al decidir confiarle mi vida a Dios, también se los estaba confiando
en sus manos. Si deciden salirse de ellas, no será mi culpa ni la de Dios y
puedo tener la seguridad que si no se sometieron a su amor, mucho menos se
hubieran sometido al mío. No podría haber superado a Dios.
"No podría haber superado a Dios". Gracias
ResponderBorrar