En una boda a la que me llevaron de niño contaba el
sacerdote que, según la mitología griega, el hombre y la mujer eran un solo ser
y que durante un enfrentamiento con los dioses, Zeus los separó. Desde entonces
cada uno anda en busca de su mitad. A muchos les sonará muy enternecedora y
romántica esa homilía, pero perpetúa la falsa idea de la incompletitud de las
personas y que solo se supera al estar en pareja. Eso fue lo que me dio a
entender el relato en ese momento. Yo tenía que encontrar mi parte arrebatada
para sentirme completo y si no, viviría frustrado.
Veo que mucha gente todavía está a la espera de
esa media naranja que venga a suplir sus carencias emocionales y las haga felices. Dentro
Al-Anon he escuchado muchos testimonios sobre esa búsqueda desesperada (más
desesperada en los que más carencias tenían) de la mitad necesaria para ser
pleno. No fue sino hasta después recibir una fuerte dosis de desengaños
empezaron a dudar que dicha mitad existiera. Fueron descubriendo que la
felicidad es un asunto personal y que no había necesidad de una pareja. No era
algo imprescindible para su realización. Podían decidir si tenerla o no y en
caso de quererla, sería para desarrollar un proyecto en conjunto para
seguir creciendo. Comprendieron que si ese proyecto fracasaba, se dejaba atrás,
llenos de tranquilidad y esperanza, en vez de aferrarse a un desastre.
En el momento en que escribo esto, pasó sin
verme una joven pareja con su bebé en brazos. Iban peleando disimuladamente. Él
la amenazaba, bufando y de manera muy vulgar, con que le iba a pegar.
Ella, no menos agitada, lo provocaba para que lo hiciera. Esa situación, para
los que no les quede claro, ilustra muy bien que una pareja no es sinónimo de
felicidad. Bien podría ser lo contrario. Lo mejor que se puede hacer es practicar
el Programa para que en caso de querer una pareja, escoger más sabiamente y
estar preparado para aportar lo mejor de sí mismo.
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