En el programa se habla mucho de los problemas debidos a nuestra bajísima tolerancia a la frustración y nuestra altísima necesidad de aprobación. Una personalidad que tiene ambas debilidades se denomina histérica ¡O sea he sido un histérico! Y no estoy solo. Somos muchos los que, debido a nuestras exigencias de que todo salga acorde a nuestras expectativas, hasta las más irracionales, entramos en esa clasificación.
No creo que nunca pueda dejar del todo de crear expectativas y sentir frustración. Lo que sí puedo y he ido logrando, es no crear tantas ni tan grandes expectativas y que mi frustración no pase en la mayoría de la veces de una pequeña desilusión. Me he vuelto más relajado, cosa que algunos les parecerá sinónimo de irresponsable. Pero no se trata de indiferencia sino de aceptar mis limitaciones y las de los demás, por lo que renunció a la lucha cuando se torna inútil. Eso no es irresponsabilidad sino inteligencia emocional.
El Mahatma Gandhi decía que la vida se trataba de hacer lo que nos corresponde y dejar el resto a Dios. Ese pensamiento me ha ayudado mucho. Siendo realista, hay cosas que se me escapan de mis manos y tratar de hacerlas no entra dentro de lo que me corresponde. Lo que me toca hacer, lo hago con ahínco. El resto queda en manos de Dios. En un principio lo hacía a regañadientes. El miedo se negaba a que abriera mis manos para soltar lo incontrolable. Si quería dejar mi histeria y vivir tranquilo, tenía que dar ese salto de fe. Pedirle fe a un hijo de alcohólico como yo es pedirle mucho pero, ¿quién dice que la recuperación es sencilla? Para lograr lo que antes no se había logrado, hay que hacer lo que antes no se había hecho.
C.G.
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