Una publicación de Facebook de una amiga alababa el enfermizo control que quieren ejercer las mamás sobre sus hijos. Hice el comentario, en son de broma pero también con la idea de llamar a la reflexión, de que era un problema que hubieran tantas mamás neuróticas. La respuesta de esta amiga, que creo se lo tomó muy personal, fue que el problema no eran tanto las mamás neuróticas sino los "hijos malagradecidos". Sentí eso como un ataque y tuve deseos de aclarar mi punto, pero pensé que se iba a prestar para iniciar una polémica innecesaria y me abstuve. Acepto que fue una imprudencia usar ese término con personas que no conocen del programa.
Ese incidente me hizo pensar en la incuestionabilidad que se ha generado de la figura materna. Se les ha dado un grado casi divino, pero a los defensores de esa visión les tengo malas noticias: las madres también son humanas. Cometen errores y muy graves. Tienen buenas intenciones pero estas no necesariamente las llevan a tomar buenas decisiones. En mi caso, no creo que sea malagradecido pero no puedo negar que mi mamá tuvo grandes fallas. Era comprensible, considerando la familia disfuncional de dónde provenía más las creencias imperantes de la época y lugar donde creció. Analizando todo eso, más bien pienso que me fue bien y me dio más de lo que tuvo.
Ya antes había comentado que mi mamá me frotaba los pies con gasolina para aliviarme un dolor que sufría con frecuencia. Una vez me dijo que se sentía mal de no haber contado con los medios necesarios para haberme dado un tratamiento más efectivo y menos peligroso. Además solo conocía eso y para ella era lo mejor porque era el tratamiento que se había usado siempre en su familia. Lo mismo aplica para mi crianza. Tampoco debo olvidar que es humana y tenía sus defectos de carácter terriblemente aumentados por su neurosis, que gozaba de un excelente caldo de cultivo por doquier. Lejos de criticarla, debo agradecerle el esfuerzo que hizo y como me pide la Quinta Tradición, prestarle mi ayuda como familiar de alcohólicos que es.
Ese incidente me hizo pensar en la incuestionabilidad que se ha generado de la figura materna. Se les ha dado un grado casi divino, pero a los defensores de esa visión les tengo malas noticias: las madres también son humanas. Cometen errores y muy graves. Tienen buenas intenciones pero estas no necesariamente las llevan a tomar buenas decisiones. En mi caso, no creo que sea malagradecido pero no puedo negar que mi mamá tuvo grandes fallas. Era comprensible, considerando la familia disfuncional de dónde provenía más las creencias imperantes de la época y lugar donde creció. Analizando todo eso, más bien pienso que me fue bien y me dio más de lo que tuvo.
Ya antes había comentado que mi mamá me frotaba los pies con gasolina para aliviarme un dolor que sufría con frecuencia. Una vez me dijo que se sentía mal de no haber contado con los medios necesarios para haberme dado un tratamiento más efectivo y menos peligroso. Además solo conocía eso y para ella era lo mejor porque era el tratamiento que se había usado siempre en su familia. Lo mismo aplica para mi crianza. Tampoco debo olvidar que es humana y tenía sus defectos de carácter terriblemente aumentados por su neurosis, que gozaba de un excelente caldo de cultivo por doquier. Lejos de criticarla, debo agradecerle el esfuerzo que hizo y como me pide la Quinta Tradición, prestarle mi ayuda como familiar de alcohólicos que es.
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