jueves, 2 de julio de 2015

¡Lo amo!

Una amiga sufría terriblemente porque su noviazgo tipo Matusalén se estaba desmoronando. La relación desde mi perspectiva ya estaba perdida desde hacía mucho tiempo. Lo que la sostenía, quizá desde sus albores, no era amor sino un profundo egoísmo. Cada uno veía al otro como una posesión y no se trataban con la consideración debida, cosa contraria al amor. Pese a las bonitas muestras de afecto y el larguísimo tiempo que llevaban juntos, faltaba lo que sustenta a una relación sana. Todo parecía muy lindo, pero era muy superficial.

En los últimos días de ese noviazgo, me volví el paño de lágrimas de mi amiga que había convertido a su pareja en el centro de su vida. Un día mientras tomábamos café, trataba de darle ánimo porque no paraba de llorar. En medio de sollozos me explicaba todo lo que significaba él para ella, y al final enfatizó dramáticamente "¡Lo amo!". Unos años después leía que los que viven cautivos en relaciones disfuncionales, usan esa frase para justificar su adicción. Con esa exclamación sentí que quería convencerme y convencerse que por el hecho de sentir lo que sentía (que no era amor, aunque ella lo pensaba) debía mantenerse en una relación que claramente era perjudicial. No se lo dije en ese momento, pero por comentarios que me hizo el novio, él tuvo unas aventuras durante el tiempo que pidió que se dieran para estar solos. Eso sí, él quería seguir el noviazgo. La costumbre y el negarse a "perder" los mantenía encadenados.

Comprendía muy bien esa situación porque yo sé lo que es obsesionarse por alguien. Desde luego ya he abandonado esa nociva actitud. Es claro para mí que no puedo descuidarme por una relación enfermiza donde lo que predomina es el egoísmo. Está bien olvidarse de uno mismo en función de un bien mayor, pero no por algo que disminuye mi humanidad. Puedo tener una relación armónica con una pareja sin que esto signifique que deba olvidarme de mí. Amar no significa anularse, sino crecer juntos. Amar no son dos carencias que se unen para consumirse, sino dos plenitudes que se unen para edificarse.

 C.G.

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