Desde mi punto de vista, el dinero suele caernos mal espiritualmente así que no es de extrañar que se hayan previsto medidas para evitar los peligros que acarrea. Sobra decir que el apego a las posesiones materiales ha traído mucho sufrimiento en el mundo. Nada más basta echarle una mirada a la historia de la humanidad, la cual ha estado en guerra casi de manera permanente por posesiones materiales. Estamos dispuestos a cambiar cosas vitales como nuestra tranquilidad y nuestra integridad por dinero.
No niego que el dinero es importante, pero cuando se vuelve nuestro amo es tiránico. Alguien me dijo que la naturaleza del hombre era querer era tener más y más posesiones. Por cierto, así justificaba ser un desalmado depredador económico. A la luz del programa sé que la naturaleza del hombre es el bien, y que su propósito es crecer en él. En mi caso, la seguridad que me proporcionaba el dinero llegó a convertirlo en mi Poder Superior. Me dio una estabilidad material y sentí que también me hacía valer como persona. Dejé de ser el inútil que me decían en mi casa. Además, casi todas las personas me decían que entre más tuviera, más exitoso sería y mi felicidad estaría asegurada.
Pensaba que no era codicioso porque no me desvelaba tener dinero en cantidades excesivas, pero siempre tenía miedo de no tener lo suficiente, lo que es también codicia. El temor de perder mi holgura económica era grande y me causaba una enorme ansiedad. Pero me llegó el momento en que mis finanzas disminuyeron sustancialmente. Entré en pánico. Ese momento en que mi centro de gravedad se desbalanceó, fue propicio para comprender que el poseer no era lo más importante del mundo. Comprendí que sí tenía un Poder Superior, pero que no era el dinero, y cuyas capacidades iban muchísimo más allá que las de este. Lo que pasó es que mis prioridades estaban de cabeza y olvidé anteponer lo espiritual a lo material. Descubrí que muchas de las necesidades que había creado realmente no eran necesarias, y que lo que realmente necesitaba para ser feliz lo había descuidado.
No puedo desdeñar el dinero, pero sí debo darle un uso prudente basado en principios espirituales para que sea beneficioso.
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