He
concluido que el control es una ilusión, porque veo que al final la gente se
las ingenia para hacer lo que quiera. El control entonces, aparte de ser una
falta de respeto, es un esfuerzo inútil que solo me quita fuerza, me frustra y
produce que los demás me rechacen.
Los hijos adultos de alcohólicos
somos muy controladores. Como vivimos por mucho tiempo en la zozobra, ante lo
impredecible, temiendo lo peor y donde lo común era llevarnos sorpresas
bastante desagradables, ahora nos obsesionamos con que todo salga como
queramos. Pero lo único constante en el universo es el cambio.
No puedo depender de lo que hagan
los demás, ni echarme sus cargas. Cuando me centro en mí mismo, mejoro pero
cuando me centro en los demás, me enfermo. Debo soltar las riendas, asumir mis
responsabilidades y poner límites claros (cosa muy difícil para los que venimos
de hogares caóticos) porque el dejar que los otros hagan lo que quieran no
significa que permita que destruyan mi vida.
El respeto al derecho ajeno es la
paz. Y los demás también deben respetar mi derecho.
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