Huir de los retos nunca me ayudó. El valor para
cambiar las cosas que sí puedo, surgió cuando encaré al miedo. La fórmula para
vencer los temores es enfrentarlos. Al irme animando a enfrentarlos, estos han
ido desapareciendo lo que me ofrece una libertad como no conocí antes.
Consumí muchos medicamentos que ahora me doy cuenta no necesitaba, porque mi
problema no era orgánico sino emocional.
El desconocimiento por tantos años del
origen de mi problema, impidió atacarlo efectivamente y se fortaleció. Me
resigné a ser un chiquillo y un adolescente nervioso. Incluso llegué a
justificar mi miedo diciendo que era prudencia, pero no era otra cosa que miedo
irracional disfrazado de sensatez. Mi “prudencia” me impedía dar
pasos por el camino de la autorrealización y me estanqué en el conformismo.
Con
la nueva conciencia que me regaló el Programa he descubierto que muchos
peligros que me dominaban solo eran producto de mi forma de pensar distorsionada.
Estaba viendo las cosas de la manera incorrecta y por eso las abordaba de
la manera incorrecta.
El ejercicio de la fe y el frenar mi tendencia a
evadir lo que me produce ansiedad, han dado como resultado un positivismo que
me permite vivir más sereno y confiado.
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