Cuando
enfrento errores pasados o presentes, no debo herirme. Si siento que mi
progreso no es suficiente, no cederé a la tentación de claudicar por sentirme
indigno o inútil. Como dice nuestra literatura, la máxima "No
juzgarás" la debo practicar también conmigo mismo. En esos momentos de
flaqueza, cuando me quiere embargar el desánimo o la desesperación, me vuelvo a
mi Poder Superior para pedirle serenidad y guía.
Si
es necesario avanzar más lentamente o volver a trabajar un área que nuevamente
me causa escozor emocional, lo haré. Lo que no voy a hacer es detenerme. Me
mantendré constante. Cada paso que doy, me acerca más a mi recuperación. Me
trataré con benignidad pero no tomaré una actitud condescendiente. Amo a los
demás pero no mimaré sus defectos de carácter. Esa misma actitud me la debo de
aplicar.
El
programa es para hacerme libre por medio del amor, no esclavo por medio del
dolor.
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