Mis pensamientos negativos
no perdían oportunidad para presentarse y molestarme. Si me parecía que alguien
me veía feo pensaba "se enojó conmigo". Si mi jefe me llamaba me
decía "me van a despedir". Una vez pensé que tenía un quiste en el
estómago y resultó ser una espinilla. Mi mente negativa me hacía esperar lo
peor de mí mismo y de los demás, Dios incluido.
Mis pensamientos negativos
y mi tristeza constante llegaron a somatizarse en forma de alergias, dolores en
mi costado y quién sabe qué más. Como si no fuera suficiente criarse en un hogar
tipo Casa de los Sustos para desarrollar muchos temores, hubo influencias
sociales que contribuyeron para que cultivara todavía más, como una serie de
supersticiones que hace mucho dejé de lado. Hace poco salí a almorzar y tuve
que pasar debajo de una escalera y de regreso se me atravesó un gato negro, lo
que seguramente en otra época hubiera interpretado como un mal augurio.
Ahora aplico el Décimo Paso
y muchas veces de manera instantánea. Detecto, admito y corrijo. Cuando me doy
cuenta de que estoy dejándome llevar por mi mal juicio, trato de analizar mejor
las cosas para no ser dominado por mi impulsividad lo que casi siempre significa
tomar malas decisiones. He ido aprendiendo a pensar y a no reaccionar como me sugiere
Al-Anon. Si reacciono, ya dispongo de las herramientas para auto regularme y recobrar
pronto el equilibrio emocional o por lo menos más rápidamente que antes.
Me he dado cuenta que la
persona que más me ha causado sufrimientos soy yo mismo al crear fantasías
negativas. Ahora alimento mi mente con toda la sabiduría que me da la
hermandad y eso la ha convertido en mi aliada para enfrentar los fantasmas que
aún crea mi ego.
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