Amo ir a las reuniones. Voy a cuantas puedo. Camino a ellas me envuelve una gran alegría. Me encantan los temas, me encantan las participaciones de mis compañeros, me encanta compartir, me encanta sentirme acogido por gente que me entiende. Mi corazón creó un fuerte vínculo con Al-Anon porque hablaba su mismo lenguaje.
Nunca he estado en una reunión que no haya aportado algo a mi progreso. Al finalizar cada una de ellas siento que he crecido más. Las reuniones cambian vidas y por eso hago mi mejor esfuerzo para que todo lo que comparta en ella sea de provecho para todos. Antepongo los principios a mi personalidad enferma, siempre lista para decir o hacer algo inconveniente. Dios se manifiesta en el grupo, por eso le pido me ayude a ser parte de ese coro de sabiduría. No deseo desentonar permitiendo a mis defectos de carácter hacer de las suyas. En la reunión, como en cualquier otra parte, estoy llamado a ejercer los principios espirituales.
El ir a reuniones es de suma importancia. Nuestra sola presencia fortalece la unidad del grupo y es un ejemplo de perseverancia. Son servicios importantísimos que reportan grandes recompensas espirituales. En las reuniones doy, recibo y siempre salgo beneficiado. No creo que haya un mayor aliciente para ir con frecuencia.
Es una fortuna estar entre un grupo cuya meta es ser mejor. Lamento la ausencia de todos aquellos que se pierden la oportunidad de vivir esta experiencia maravillosa.
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