Ya
no quiero ser un quijote peleando contra molinos de viento. El Primer Paso me
ayuda a ser consciente de mis limitaciones. Me ha servido de freno para no
continuar en batallas que no llevan a nada y solo producen heridas en mí y en
los demás.
Movido por mi ansia que muchas veces me llevó a la desesperación, me mantenía aferrado a una lucha contra un contrincante ante el cual estaba en clara desventaja. Mi ensimismamiento no me permitía ver más alternativas. Las enormes expectativas que tenía la gente acerca de mí fueron también una motivación para no detenerme. Además, se suponía que podía lograr lo que me propusiera y que la esperanza era lo último que había que perder.
Movido por mi ansia que muchas veces me llevó a la desesperación, me mantenía aferrado a una lucha contra un contrincante ante el cual estaba en clara desventaja. Mi ensimismamiento no me permitía ver más alternativas. Las enormes expectativas que tenía la gente acerca de mí fueron también una motivación para no detenerme. Además, se suponía que podía lograr lo que me propusiera y que la esperanza era lo último que había que perder.
No
tiene nada de noble seguir peleando cuando se ve que no es posible triunfar. Lo
razonable es recurrir a una liberadora rendición. Dejar atrás la esperanza que
nos mantiene aguardando la resurrección de un muerto que ya es solo polvo, nos
trae paz y permite proseguir libremente nuestro camino. Reconocer nuestra
incapacidad para ganar una lucha no es una muestra de debilidad o
irresponsabilidad sino de fortaleza espiritual.
Derrotarme es una victoria sobre mi orgullo y una clara manifestación de humildad que es la que me sana y me lleva a la felicidad. Por eso no siento culpa cuando, por la gracia de Dios, obtengo la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, y depongo las armas. Mejor enfoco mi energía en algo más provechoso.
Derrotarme es una victoria sobre mi orgullo y una clara manifestación de humildad que es la que me sana y me lleva a la felicidad. Por eso no siento culpa cuando, por la gracia de Dios, obtengo la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, y depongo las armas. Mejor enfoco mi energía en algo más provechoso.
C.G.
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