El
Programa trabaja si lo trabajo. Eso desanima a mucha gente que espera una
recuperación instantánea y fácil. Vivimos en una sociedad donde se nos ha
vuelto costumbre la inmediatez. Queremos soluciones rápidas y que nos
signifiquen un mínimo esfuerzo. En materia de sanación interior las cosas no
funcionan así. Hay que ser pacientes y constantes.
La
recuperación no es un suceso sino un proceso. En mi caso los frutos se
empezaron a ver bastante pronto. El programa me atrajo desde la primera reunión
y eso me motivó a asistir con frecuencia. Eso me ayudó mucho a cambiar de
actitud y por consiguiente a sentirme mejor.
Me
enfrasqué en el programa y quise aprender de él tanto como pudiera. Me ayudó
leer, escuchar las experiencias de los compañeros, compartir las mías y empezar
a practicar los pasos aunque de manera incipiente porque apenas los estaba
entendiendo.
El
programa me puso a trabajar pero resultó ser un trabajo alegre y motivante. Le
había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a cosas que me enfermaron, ¿por qué
mejor no dedicárselos a algo que me hiciera no solo sanar, sino mejorar como
persona?
Debido
a mis múltiples imperfecciones, sé que mi recuperación será un proceso sin
final. Sin embargo eso me alegra porque quiere decir que constantemente estaré
aprendiendo cosas nuevas y recibiendo nuevos regalos a lo largo del camino. Mi
meta no es el fin de un sendero sino la fortaleza que adquiero a medida que lo
recorro.
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