La vergüenza es
característica de los hijos de alcohólicos. Hemos pasado momentos de gran pena
a lo largo de nuestra vida al experimentar la censura, la burla y la lástima de
otras personas.
He sentido
profunda pena por cometer errores y por no cumplir con las expectativas propias
y ajenas. Llegue a sentir vergüenza por hablar, bailar, mi ropa, reírme, opinar,
por ir al baño, por buscar los precios más bajos, por decir no y muchas otras
cosas más.
Creía que la vergüenza era una manifestación de la humildad y por lo tanto una virtud, pero en
realidad era
producto de mi enorme y susceptible ego. Me ha liberado de ella el comprender
el que no necesito la aprobación ni aceptación de los demás, que no estoy
exento de fallos y de que si me equivoco también puedo enmendarme.
A diferencia de antes, no me estaré
golpeando con el látigo de la vergüenza. Puedo decir que me he vuelto muy
sinvergüenza pero no en el sentido de descarado, fresco o canalla. Es porque ya
no me cargo de culpabilidad ni de auto desprecio cuando cometo fallos, mucho
menos cuando se trata de "fallarle a los otros" ya sea por no ser
suficientemente atractivo, inteligente, exitoso o lo que sea.
No permitiré que el peso de la vergüenza me hunda en la auto conmiseración ni estanque mi progreso. Si hice mal entonces tomaré medidas para hacer las reparaciones necesarias, aprenderé de mi error y me esforzaré sinceramente en no volverlo a cometer. Si no fue un error, quiere decir que sigo presa de las irracionales expectativas de los demás o de las mías y que lo que debo de cambiar es mi forma de pensar.
C.G.
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