Se me inculcó la idea de que el poder de un hombre radica en
su violencia porque era una manifestación de fuerza. Al faltarme ese deseo de
ser violento, me sentía en desventaja y no podría llenar las expectativas de mi
sociedad de convertirme en el depredador sino en una presa.
Pensaba que la
gente iracunda era poderosa porque lograba dominar a los demás y, a diferencia
mía, no se reprimían lo que me imaginaba les haría vivir con mucha
tranquilidad. Gracias a los testimonios de mis compañeros con problemas de ira,
sé que estaba equivocado. En el fondo de la ira hay miedo, y es un medio de
manipular a los otros asustándolos para hacerlos vulnerables. También me llevé
la enorme sorpresa de que cargan con mucho dolor emocional y al volverse
repelentes por sus actitudes violentas, deben lidiar con un fuerte rechazo
porque tienden a ser marginados. Como si fuera poco, están expuestos a meterse
en serios problemas con la ley por su actitud agresiva.
La ira no es otra cosa
que una manifestación de debilidad interior como lo son el resto de los
defectos de carácter. Es miedo disfrazado de la valentía de la que se carece y
desearía tener. Un A.A. nos contaba como cuando bebía le daba el Síndrome del
Guaro Vaquero (en mi país quiere decir la tendencia del borracho a portarse
fanfarrón y pendenciero), pero que era un vaquero de "pistolita de
agua y caballito de madera" porque al enfrentar a un rival ante el cual se
sentía en desventaja, afloraba el cobarde que en realidad era.
Siento compasión
de la gente iracunda pero no me dejo manipular por ella. La práctica del
programa me ha dado las herramientas y la actitud serena para no caer en sus
trampas. Mi poder no radica en responder con violencia sino en el dominio de mí
mismo.
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