La vida no es una desgracia continua donde a veces gozamos de
breves lapsos de paz. Es cierto que nunca vamos a ser perfectamente felices,
pero eso no significa que no podamos serlo razonablemente. El Programa me
recuerda que no soy inmune a las dificultades ni que me desharé completamente
del asedio de mis defectos. Eso sí, la literatura me dice que los días buenos
serán mucho más que los días malos. Para los que hemos pasado vidas tan
complicadas, esas palabras son esperanzadoras.
Todo progreso es ganancia. Cada
paso hacia mi recuperación me aleja de una pesadilla que parecía interminable.
Vivir en medio de una problemática permanente entraña el peligro de
acostumbrarse a ella, al punto de llegar a buscar los problemas si no los
tenemos para seguir el patrón de conducta aprendido. La amenaza de habituarse
al papel de víctima y de volverse adicto a los conflictos es constante. Para mí
eso ya quedó muy atrás. Ya no sobrevivo sino que vivo. No hay comparación con
mi vida anterior. Mi cantidad de días buenos va en aumento y la cantidad de
malos disminuye.
La efectividad del programa me anima a someterme a él, a
continuar practicándolo confiadamente y a llevar su mensaje de esperanza a
tantas personas a las cuales el espectro del alcoholismo las hace ver la vida
como una sucesión de crisis y no como el don maravilloso que es.
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