Meditaciones personales de un miembro costarricense de la hermandad mundial Al-Anon, dedicada a llevar fortaleza y esperanza a personas afectadas por bebedores problema.
lunes, 5 de enero de 2015
¡Me lo esperaba de cualquiera, menos de ti!
Desde que me acuerdo la gente ha esperado mucho de mí. Hubo quienes hasta me hablaban abiertamente de sus altas expectativas, pero viéndolo en retrospectiva, era una forma de chantaje para que cumpliera sus sueños. Esa había sido una carga difícil de llevar hasta que comprendí que no tenía por qué llevarla.
Soy humano y fallo. Antes, fallar me llenaba de una grandísima frustración, deseos de autodestruirme y una enorme pena por decepcionar a los demás. Me gustaba recibir la aprobación de los demás porque eso era lo que se me había enseñado que era lo correcto y era la más alta forma de éxito.
No me gusta equivocarme, pero ya no me derrumbo. Afronto los hechos, acepto las consecuencias y si hubo algún daño, estoy más que dispuesto a repararlo. Nuestra naturaleza es falible y tampoco debo poner a la gente en pedestales. Ahora no espero nada de nadie, pero esto no la digo como una forma de reproche ni con un acento de desesperanza. Solo soy realista al no permitir a mi enfermizo perfeccionismo imponer esas cargas y así me evito las frustraciones que después podrían convertirse en resentimientos. Los demás no tienen la culpa de mis altas expectativas.
En las relaciones de pareja veo que es casi la regla la decepción porque la convivencia no resultó ser lo que se esperaba. Nacen muchísimos resentimientos porque “esa persona no me hizo feliz” al no cumplir todos esos deseos y que, por el contrario, se ha convertido en una fuente de constantes desilusiones. Gran cantidad de padres de familia se sienten desengañados (me gusta esa palabra porque implica que estaban engañados) al ver que sus hijos han tomados caminos que no eran los que esperaban. Olvidaron que sus hijos también son imperfectos y libres por lo que pueden tomar sus propias decisiones que no necesariamente tienen que coincidir con las de ellos.
Ahorrémonos sufrimientos inútiles y resentimientos bajando nuestras expectativas. Dejemos de buscar cómo llenar de culpabilidad a los que no cumplieron nuestros sueños. Mejor cumplámoslos nosotros en vez de echarles esa responsabilidad a otras personas que sin duda querrán seguir su propio camino.
C.G.
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