Si
nos encontramos frente a una encrucijada por lo general no la afrontamos con
serenidad. La indecisión nos produce gran angustia y el sano juicio se anula.
La respuesta automática (reacción) que salga en ese momento puede que no sea la
mejor y nos lance por el camino equivocado. Decía el doctor Viktor Frankl que
entre el estímulo (lo que nos pasa) y la respuesta (la forma en que respondemos
a ese estímulo) hay un espacio en el que podemos ejercer nuestra libertad de
elegir. En ese espacio es donde debemos volvernos hacia nuestro Poder Superior
y pensar aplicando el programa. Eso nos ayudará a tomar una mejor decisión y
quizá hasta descubramos que ese dilema solo existe en nuestra mente. Puede que
se trate de un fantasma producto de nuestros defectos de carácter y de
inmediato se evapore.
Tenemos que darnos ese
"tiempo fuera" para practicar principios espirituales que nos
permitan estabilizar esa emoción, aclarar nuestros pensamientos y por
consiguiente aclarar nuestros sentimientos. ¡Poner los principios por encima de
todo! ¡Eso es el más alto nivel de anonimato! Sé que no es fácil y lo digo por
experiencia propia. Está dinámica se va desarrollando a medida que se practica
y no es algo que solo debemos hacer cuando estamos frente a una encrucijada. En
cualquier momento que nos exalte una emoción, aunque sea tan agradable como la
euforia, es sano practicarlo para evitar tomar malas decisiones.
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