Quiero cambiar el mundo

"Quiero cambiar el mundo" era un pensamiento que me rondó mi cabeza por mucho tiempo No era posible, pero aprendí que podía cambiar yo. Me acuerdo que cuando me quejaba de algo, mi padrino me decía "Sí, qué mal está eso, pero usted es el tiene que cambiar". Me sonaba a regaño. Luego conocí el lema Que empiece por mí que me decía lo mismo, pero no me producía ninguna molestia y más bien me cautivó desde la primera vez que lo escuché. No me sonó a reproche sino más bien a una invitación a ocuparme de la única persona sobre la que sí tengo control y además de animar a otros a cambiar, sin presionarlos ni presionarme. Es más, ¡sin ni quererlo! Solo bastaba dar el ejemplo.

 Pocos días después de entrar al programa empecé a cambiar mi forma de ver la vida y con ello también mi actitud. Entonces, y sin que yo lo pretendiera, empezaron a realizarse cambios importantes en mi familia. El primero fue el considerar no solo al alcohólico como un enfermo, sino a cualquier otra persona que manifestara neurosis ya fuera con ira, envidia, resentimiento, soberbia, etc. Se dejó de hablar de gente mala y se empezó a usar el término enfermo emocional. Eso ayudó a percibir a dicha gente no con odio, sino con compasión. 

 Sin buscarlo fui un agente de cambio. No tuve que sermonear, ni chantajear, ni amenazar, ni recurrir a otros recursos similares, sino que los motivé con mi cambio de actitud. También me percaté que mi ignorancia, intromisión, permisividad y falta de tolerancia estaba causando muchos de esos problemas que creía me estaban causando los demás. La mayoría solo estaban en mi mente. Obviamente al cambiar yo, esos problemas se fueron disolviendo. 

 He notado que la mayoría que entra a la hermandad quiere una receta para cambiar a los otros. Eso no es posible, pero al cambiar nosotros nos sentiremos muy bien, afrontaremos mejor las cosas y podemos fomentar un cambio positivo en los demás. QUE EMPIECE POR MÍ.

C.G.