Desde que empecé a dar mis primeros pasos en el programa, me
di cuenta de que este no era una cura para la afectación de la convivencia con
un alcohólico. Mas bien era un programa que fortalece las virtudes que están
dentro de todo ser humano para que viva bien.
Como se infiere de la literatura, Dios ya me ha dado todo lo que
necesito para ser feliz, pero tengo que sacarlo a la luz y ese es mi trabajo en
Al-Anon. Vivir los principios del programa me permite enfrentar la vida con
sensatez de la que se deriva también la muy ansiada serenidad que llegamos
buscando.
El equilibrio emocional que he ido adquiriendo me ha
permitido vivir con una razonable tranquilidad en medio del mar de temor
desatado por la expansión del coronavirus. Y no soy el único. Varios miembros que
se han esforzado por vivir lo más sinceramente posible el programa, han logrado
mantenerse bastante estables en medio de este tiempo tan turbulento donde la
mayoría de la gente se ha entregado a la histeria. Vamos contra corriente, pero
la dirección es la correcta.
Acostumbrado en un pasado a esperar lo peor, cuando se presentaba
algo realmente serio mi mente pesimista lo sobredimensionada. También creía
cualquier información fatalista al respecto sin comprobar su veracidad y sin
importar lo descabellada que fuera. No descarto que me hubiera convertido en un
adicto a la sensación de temor que me gobernó por muchos años y quería repetir
ese impulso negativo continuamente ansiando la tragedia. Como me decía mi
padrino, quizá buscaba un placer morboso. Corregir lo anterior me ha permitido poner
la situación actual en su justa medida y no creerme de buenas a primeras la información
extraoficial, ni tampoco compartirla hasta comprobar su validez. Ahora pienso.
Como he aprendido en la hermandad, en vez de preocuparme
mejor me ocupo. Acción es la palabra mágica.
Sigo las recomendaciones que se han hecho para protegerme y desde luego
proteger a los demás, porque el bienestar común tiene la preferencia, pero debo
empezar por mí. Ahora que menciono a los demás, se me han presentado varias
oportunidades de compartir mi recuperación con otros ayudándoles a
tranquilizarse —sin minimizar la seriedad del asunto— cuando me expresan su temor.
La fe, que considerando el pánico que se ha desatado es
bastante escasa, es un gran regalo que he obtenido y en gran parte me ha
permitido no dejarme llevar por tanta agitación. Otro elemento importante para
evitar que me derrumbe, es la aceptación. No niego la situación actual, acepto
la realidad que está pasando e incluso he aprendido a aceptar lo peor que
pudiera pasar, aunque si realmente tengo fe, lo que pase es lo mejor.
Es normal que mis defectos de carácter quieran salir con
mucha fuerza en momentos de crisis. No me sorprendería que más adelante
sintiera que he retrocedido en mi camino hacia la recuperación. Ya me ha pasado,
pero nuestra bienvenida sugerida dice que no hay
situación verdaderamente desesperada. Si llegara a sentirme tentado a montarme en la
ola del temor, debo creer que esto de una manera u otra pasará y saldré
adelante. Como enseña Al-Anon, la misma crisis puede ser una forma
de ayuda. He pasado por otras que me han servido para crecer en vez de, como en
un ayer, hundirme. Siendo así, ¡bendita crisis!
C.G.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Le sugiero dejar su comentario usando la opción Anónimo