No es un secreto que
el alcohol es uno de los invitados principales en la fiesta de fin de año. Las
oportunidades para beber aumentan sustancialmente junto a los problemas
asociados con ello. Escuché una vez a un motivador comentar que había personas
que le decían que deseaban acostarse el 30 de noviembre y despertarse el 1 de
enero. Entre las muchas razones está evitar ser testigo de esos problemas o de
los malos recuerdos de problemas surgidos en años anteriores. No es posible
dormirse un mes entero así que, ¿cómo enfrentar diciembre?
El programa me enseñó
a que puedo enfrentar el alcoholismo activo o no. No estoy desvalido ante él y
no tengo porque resignarme a pasar mal esta ni ninguna época ¿Que el fantasma
del alcoholismo quiere lanzarse contra mí con toda su furia? Que venga. Puedo
ser feliz a pesar de las circunstancias. Vivo y dejo vivir y si es necesario
también puedo poner límites sensatos sin sentir temor ni culpa. Cuento con
herramientas, con estupendos y compañeros de viaje hacia la recuperación, pero
mi principal aliado es Dios como yo lo concibo. Lo concibo como todopoderoso y lo
es porque ha demostrado estar por encima de quien y lo que sea.
La literatura nos dice
que el programa no nos ofrece una vida totalmente feliz, sino que nuestros días
buenos serán muchos más que nuestros días malos y quizá solo sean ratos malos. Diciembre,
así como todos los demás meses, es digno de ser vivido lo más felizmente
posible. Esa felicidad no viene sin que yo trabaje por ella. El programa me da opciones
para vivir bien, pero debo echar mano de ellas. Voy a trabajar un día a la vez para
tener un diciembre razonablemente feliz, y voy a trabajar igual para que cada
día del próximo año también lo sea.
C.G.
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