En un grupo privado de miembros de Al-Anon en Facebook se estuvo discutiendo la inútil que resultaba tratar de lograr que el alcohólico dejara de beber. Yo no tuve problema en admitir mi incapacidad de lograrlo. Una compañera me dijo que yo me subestimaba. Me dejó perplejo esa crítica de una miembro de
Al-Anon, aunque bien pudiera haber sido que no llevara suficiente tiempo en la hermandad para aceptarlo o bien solo era una persona que entró por curiosidad. Siempre dudé que hicieran un filtrado para evitar que entraran curiosos sin ninguna intención de seguir el programa.
El comentario que más me llamó la atención fue el de una señora que afirmaba que logró que su hijo dejara la bebida. Supuse que se trataba de un fiasco, pero no perdía nada con leer qué hizo. Al rato logró lo que la ciencia no ha podido. Su método consistió en estarlo internando en diversos centros de rehabilitación hasta que después del último internamiento, él decidió detenerse. No contó cuánto llevaba sin beber. No sería de extrañar que llevara poco tiempo y ella, como pasa frecuentemente con los familiares de los alcohólicos, se aferraba a la esperanza de que el alto fuera definitivo. Claramente ella no logró que dejara de beber. Él se esforzó por no consumir y ojalá lo continue haciendo.
Lo que esa madre dijo más bien reafirmó que no podemos detener la compulsión del alcohólico por beber. Aunque pudiéramos lograr que se vuelva abstemio, sería insuficiente. El problema del alcohólico va más allá de la ingesta de alcohol. Padece un desequilibrio mental y emocional muy doloroso que busca aliviar con la bebida. Sin ella, la situación puede empeorar. Al igual que nosotros, necesita la sobriedad que es el pensar y actuar de manera sensata. Eso solo lo puede lograr cada persona con esfuerzo propio y la ayuda apropiada. Se vale ofrecer mi apoyo a otros, pero el trabajo lo tienen que hacer ellos.
C.G.
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