Hay heridas muy profundas y no siempre
tenemos el crecimiento espiritual suficiente para sanarlas con la rapidez que
quisiéramos. Entonces es necesario esperar pacientemente y perseverar en el
proceso de sanación. El dolor que a veces resurge de las heridas podría
hacernos desistir y desear entregarnos a un sufrimiento tóxico e inútil.
El peligro de recaer en el resentimiento está siempre presente. El ego no
va a ceder fácilmente en sus intentos de hacernos retroceder.
En los momentos de desesperación en que no veo en mí toda la
sanación que quisiera ni todo el progreso que anhelo, me vuelvo al Dios de mi
entendimiento. Ahí encuentro el sano juicio necesario para retomar el camino.
Necesito ser paciente. Necesito hacerlo con calma. La impetuosidad ha
sido uno de mis grandes problemas. Siempre he querido las cosas ya. La espera,
para un ansioso como yo, puede resultar torturante. Pero tiene un lado
positivo. Cuando hice el Séptimo Paso le pedí a mi Poder Superior que me quitara
mis defectos de carácter. En otras palabras, le pedí que me sometiera al
proceso de cambio con el cual me comprometí en el paso anterior. Someterme a la
espera es la forma de desarrollar la paciencia y eliminar la ansiedad.
El refrán "el tiempo todo lo cura" es cierto
aunque los miembros de Al-Anon sabemos que la espera tiene que ir
acompañada de acción. No se trata de tener una esperanza pasiva sino activa.
Eso me hace pensar en una charla donde alguien comentó el pasaje bíblico
de los Diez leprosos. No fueron sanados de inmediato sino en el camino hacia
Jerusalén. En nuestro caso la sanación también llegará, pero la encontraremos
mientras caminamos paciente y persistentemente.
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