Estaba en mi
casa cuando oí en la noche un alboroto. Una señora había enviado a su hijo
adolescente a traerse a la casa a su esposo que se había pasado de tragos. El
muchacho le reclamaba duramente a su papá en el camino de regreso que anduviera
borracho. "¡Usted está muy viejo para andar en eso!", le gritaba. El
señor, con voz torpe, insistía en que no quería regresar. El asunto se
convirtió en todo un drama que por el tono que estaba alcanzando, pensé iba a
terminar a golpes. Una familiar mía quiso salir a darle unas palabras de
aliento en medio de aluvión de críticas, pero le recomendé firmemente que no
porque además de que al entrometerse podría
empeorar el problema, no valdría la pena porque la mente del señor estaba
obnubilada. Luego se callaron y no supe más.
Escuchar esa pelea me recordó lo difícil que es lidiar
con un enfermo alcohólico cuando no sabemos cómo hacerlo. Tratar de
chantajearlo emocionalmente no sirve para nada excepto para que desarrolle más
culpa y resentimiento que lo atarán más a la bebida. Nos llenaremos de decepción
porque pelear con alguien así es inútil, especialmente si se encuentra en
estado de ebriedad.
Al-Anon me ha ayudado a tomarme con calma la vida. No
puedo cambiar a las personas, así que solo tomo las medidas para no verme
afectado por sus desvaríos. En el mundo hay muchísima gente enferma
emocionalmente y espiritualmente, y si me pusiera a pelear con ella me
pasaría la vida haciendo una tarea infructuosa y me perdería la oportunidad de
hacer algo por mí, que sí estoy dispuesto a mejorar y ser feliz.
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