En mi país se le dice guaro al
aguardiente y se ha convertido en sinónimo de licor. El guaro ha estado muy
presente en la cultura nacional. Hasta tenemos el Himno al Guaro. El beber en
exceso se llegó a ver normal y en los hombres era deseable, porque se
consideraba signo de virilidad. Desde pequeños se animaba a los niños y niñas a
beber. Entre algunos productores de licor de contrabando había una competencia
de quién hacía el guaro más fuerte. Entiéndase el más fuerte como el más
tóxico.
Me he puesto a pensar mucho en cómo ha afectado el
licor a mi país a raíz de un documental de mediados de los años 70 que vi llamado
"La Cultura del Guaro." Las estadísticas de ese entonces me dejaron
pasmado. No es difícil comprender el motivo por el que nuestra sociedad está
tan dañada. Y las cosas no han mejorado. Una versión actualizada de ese
documental demuestra la enorme importancia que todavía se le da al licor y como
seguimos teniendo serios problemas de adicción. Las consecuencias a nivel
individual, familiar y social son gravísimas. Las veo a diario.
Me contaban que un vecino paseaba frente a mi casa
junto a su hijo de más o menos un año y medio. Le decía "Cuando usted esté
grande, nos vamos a ir a tomar guaro." Y también le preguntaba
"¿Qué vamos a hacer cuando usted sea grande?" El niño apenas podía
balbucear "¡Guaro!" Todavía en este momento me cuesta creer que pasen
esas cosas. Me puse a pensar en el mensaje que estaba recibiendo el niño:
"Para obtener la aprobación de mi papá, debo beber y entre más beba más me
aprobará." Si lo llega a probar y a gustar, espero que a lo máximo
llegue a ser un bebedor social. Ojala no llegue a un destino fatal como otros
tantos alentados por nuestra cultura del guaro.
C.G.
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