En las últimas
semanas se me han presentado una serie de tentaciones para caer en el odio.
Hasta ha habido gente que me ha animado a que me resienta y llegue a la
venganza. No quiero llenar mi corazón de rencor. No es una actitud espiritual y
no me conviene.
Junto a esas oportunidades de practicar el odio,
también han aparecido oportunidades de ayudar a esas personas a las que se
supone deberían ser blanco de él. Opté por el programa que me enseña el camino
del amor. Y eso sí me convenía. Fue una excelente decisión. He recibido muchos
beneficios a nivel espiritual y hasta material. Si practico los
principios, todo tiende a ir bien. Tal vez no de la forma en que esperaba, pero
sí bien. No falla.
Fue bueno no prestar oídos a las voces del odio. De todas
formas no siento que esas personas a las que me animaban a ver con malos ojos,
me hicieran daño. Simplemente no lo permití. Vi las cosas de una manera
diferente y la situación desventajosa en la que me pusieron mis “enemigos”, más
bien la acomodé a mi favor. Inclinarme por el amor no tardó en traerme grandes
beneficios.
Esta experiencia viene a fortalecer mi fe en los
principios del programa. Su efectividad me anima a seguirlos, aunque vayan
contra el "sentido común." Hay que atreverse a hacer las cosas de
manera diferente para obtener resultados distintos. Es fundamental un cambio de
actitudes para salir del círculo vicioso y desolador en que muchas veces se
convierte nuestra vida.
Se los digo: ejercitar la fe diariamente vale la pena.
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