Les comparto esta
historia escrita por Shirley B. de Alberta, Canadá para la revista The Forum de mayo de 2001:
Cuando empecé a ir a Al-Anon, para mí fue solo una salida nocturna, una
oportunidad para estar con la gente. Hablaría de vez en cuando pero no de
corazón. Como en muchas otras situaciones en mi vida, haría o diría lo que la
gente esperaba de mí. Evadí la confrontación y todo marchaba sin complicaciones.
Mantuve mis verdaderos sentimientos embotellados dentro de mí, donde me
carcomían. Mi falso orgullo impidió que pidiera ayuda.
Al inicio de esa semana llegué a casa del trabajo porque tuve un ataque
de pánico. En vez de llorar sola en mi casa, finalmente encontré el valor para
llamar a otro miembro de mi grupo ¡Ella realmente fue una enviada de Dios! Habló
y oró conmigo hasta que me calmé. Durante ese día y los otros que siguieron,
esta miembro continuó llamándome para ver cómo estaba. Al fin tenía a alguien
que sabía qué necesitaba - amor, aceptación y ayuda para restaurar mi fe.
Mientras considera mi situación de esa tarde, recibí de Dios un
maravilloso pensamiento. Me di cuenta de que si alguien estaba herido
físicamente, más allá de mi capacidad para ayudarle, no dudaría en levantar el
teléfono para llamar al “911”. Así que ¿Por qué dudé tanto para pedir ayuda cuando
en mi vida pasaba algo difícil?
Ese día hice mi llamada al “911” y empezó un viaje de sanación. De
verdad le agradezco a Dios por el programa de Al-Anon y por toda la gente que
está en él.
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