miércoles, 10 de abril de 2019

Un rayo de esperanza


UN RAYO DE ESPERANZA
Por Sherri S., Oregon
The Forum, abril 2019

Mientras conducía hacia la iglesia en esa noche cálida y oscura, deseaba desesperadamente que la reunión se cancelara o que nadie más se presentara. Sentí que el nudo en mi estómago se apretaba cuando entré en el estacionamiento lleno de autos, con el temor llenando mi cuerpo como el helio a un globo. Con diez minutos para que comenzará la reunión, me senté en mi auto y escudriñé a las personas que caminaban por el sótano de la iglesia y oré para que no viera nadie que me conociera ¿Qué pensarían si me vieran aquí? Ellos lo sabrían. Ellos chismorrearían. Luego pensé en la desesperada promesa que me había hecho mientras estaba acostada llorando en el piso del baño la noche anterior, de darle una oportunidad a esto.

Salí de mi automóvil y entré a mi primera reunión de Al‑Anon sintiéndome como una estudiante de jardín de niños el primer día de clases. Bajé la cabeza para evitar el contacto visual con alguien en la habitación. Personas de todas las edades conversaban animadamente mientras sostenían tazas llenas de café o chocolate caliente. Tomé tranquilamente una silla, esperando hacerme invisible para los que me rodeaban, pero los miembros del grupo me dieron la bienvenida. Cuando las personas empezaron a leer en voz alta, palabras como paz, serenidad y esperanza se lanzaron como si fueran parte de la vida cotidiana. Si estas personas están tranquilas y tienen esperanza, pensé, entonces sus historias no pueden ser tan malas como la mía. Mi vida estaba fuera de control. Me senté en esa silla como una esposa y madre ansiosa, de mal genio y con falta de sueño, exhausta de fingir que mi vida era tan perfecta como la hice parecer en las redes sociales. De ninguna manera iba a compartir mi experiencia con este grupo. Pasé mis días buscando botellas ocultas y mis noches de insomnio esperando a que mi esposo volviera a casa, discutiendo y haciendo amenazas vacías de que debía detener la bebida o sino se las vería conmigo.

Cuando los miembros del grupo compartieron sus historias, sentí que me quedaba boquiabierta por la incredulidad. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y sentí un brillo de transpiración sobre mí. Una tras otra, escuché historias tan similares a las mías que se contaban con compasión e incluso con serenidad. Pronto la tensión comenzó a desvanecerse de mi cuerpo, cuando sentí los años de ira contenida y resentimiento siendo empujados a un lado como la tierra de una flor germinando. En su lugar brotó un destello de esperanza.

Reimpreso con la autorización de The Forum, Al-Anon Family Groups Hdqs., Inc., Virginia Beach, VA.

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