domingo, 20 de marzo de 2016

Prendimiento emocional


Una de las características más comunes en los nuevos miembros es su dificultad de aceptar el concepto de desprendimiento emocional y soltar a sus seres queridos alcohólicos. Están muy acostumbrados a estar prendidos de los demás. Se sienten con la obligación de asumir las responsabilidades de otros para salvarlos de sus malas decisiones y están convencidos de que es lo correcto. En el grupo se les explica y concientiza lo importante de ese concepto en el trato con enfermos alcohólicos. Entienden lo lógico que es dejar que cada quien asuma sus responsabilidades, pero al momento de la práctica se les dificulta mucho accionar. Lo aceptan a nivel intelectual pero no emocional. Como todo, superar ese obstáculo es cuestión de práctica. Les decía a mis compañeras en la reunión del sábado anterior que, así como yo en ese momento estaba pasando por un incómodo proceso de aceptación de anteojos, también hay que adaptar nuestra enferma visión espiritual a los lentes de Al-Anon. Nos resultan molestos, a ratos los odiaremos y querremos tirarlos, aunque pasado un tiempo y nos adaptemos, nos preguntaremos cómo hicimos para vivir sin una visión tan clara.

Es tan común confundir echarse al hombro responsabilidades ajenas con apoyo. Alguien me preguntaba cómo hacer la diferencia. Para mí, apoyo es ayudar a alguien que está impedido para cumplir sus obligaciones. Ahora bien, si el impedimento es superable pero esa persona no hace el esfuerzo para salir adelante y más bien lo alimenta, no le estoy ayudando. Me vuelvo parte de su impedimento y no le permito superarlo porque no siente ninguna molestia. Le creo un área de confort. Si a un alcohólico no le permito experimentar el dolor que producen los efectos naturales de sus actos, no va a necesitar evitarlo sanando. El dolor físico es la alerta de que algo no está bien en nuestro cuerpo y también lo es el dolor emocional ¿Cómo voy a querer sanar algo que no me molesta porque me evitan la molestia?

En febrero del 2013 en mi país ocurrió un lamentable accidente. Un niño de 6 años y su madre murieron atropellados por un automóvil. Un buen samaritano les cedió el paso para ahorrarles caminar hasta el semáforo peatonal. Eso tuvo consecuencias desastrosas porque otro conductor, que no los vio, los embistió matando al niño en el acto. La madre murió en el hospital. Para mí eso ejemplifica el mal que nuestras buenas intenciones pueden hacer por evitar una molestia, pero necesaria. Hay un orden a nivel espiritual que no debemos alterar.

C.G.

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