Una vez alguien me estaba tratando de convencer de que la felicidad es el placer que produce hacer lo que uno quiera. Llegó a decir que el asesino es feliz matando y el violador, violando. Sigo sin creerle, como a otros tantos que me han dicho que la felicidad es la búsqueda de placer a toda costa. En Al-Anon encontré, como dice la bienvenida sugerida, no solo satisfacción sino felicidad, ¿por qué me he sentido feliz? Por la práctica de lo que la humanidad en general ha considerado bueno y es lo que constituye el programa. A diferencia de matar y violar, el bien edifica, me hace crecer como ser humano y perdura. No creo que haya comparación entre el gozo que produce el bien y el placer morboso que encuentra una mente retorcida en hacer el mal.
En general estoy más alegre y optimista. Disfruto de hasta las pequeñas cosas, que en realidad no son pequeñas, como el ruido de la lluvia y dar una pequeña caminata, y me he llegado a interesar más en las personas al punto que quiero que experimenten lo mismo. Es difícil convencer a la gente de ser feliz o, mejor dicho, cuesta convencerla de que tome las acciones necesarias para alcanzar la felicidad. Lo normal es tomar la ruta del placer que es más fácil de alcanzar, aunque no es lo mismo y más bien termina dañando cuando se torna en obsesión y se hacen a un lado los escrúpulos para obtenerlo.
Recientemente terminé de leer un libro donde un alcohólico relata su experiencia mientras estuvo en actividad. Una de las partes que más me llamaron la atención fue cuando contó que asistía a reuniones de A.A. y se convenció de que le ayudarían a dejar de beber. El problema es que no estaba dispuesto a hacerlo porque seguía aferrado a la ilusión de que podía controlar su forma de beber. Esa ilusión lo llevó al borde de la muerte. Quizá mucha gente ha llegado así a nuestros grupos, es decir, ven que el programa funciona, pero no tiene la disposición de hacer los cambios para ser felices. Consideran que no están tan mal y no vale la pena tanto esfuerzo. Como la mayoría de la gente, decía un escritor, se ha acostumbrado a vivir en un mar de excremento y lo que le interesa es que no se le formen tormentas. En mi caso la idea no es buscar ayuda para estar crisis temporales, sino tener forma de vivir mejor que incluso evitará que muchas de esas crisis lleguen. No quiero vivir resignado en una “desgracia aceptable". Quiero ser feliz.
C.G.
En general estoy más alegre y optimista. Disfruto de hasta las pequeñas cosas, que en realidad no son pequeñas, como el ruido de la lluvia y dar una pequeña caminata, y me he llegado a interesar más en las personas al punto que quiero que experimenten lo mismo. Es difícil convencer a la gente de ser feliz o, mejor dicho, cuesta convencerla de que tome las acciones necesarias para alcanzar la felicidad. Lo normal es tomar la ruta del placer que es más fácil de alcanzar, aunque no es lo mismo y más bien termina dañando cuando se torna en obsesión y se hacen a un lado los escrúpulos para obtenerlo.
Recientemente terminé de leer un libro donde un alcohólico relata su experiencia mientras estuvo en actividad. Una de las partes que más me llamaron la atención fue cuando contó que asistía a reuniones de A.A. y se convenció de que le ayudarían a dejar de beber. El problema es que no estaba dispuesto a hacerlo porque seguía aferrado a la ilusión de que podía controlar su forma de beber. Esa ilusión lo llevó al borde de la muerte. Quizá mucha gente ha llegado así a nuestros grupos, es decir, ven que el programa funciona, pero no tiene la disposición de hacer los cambios para ser felices. Consideran que no están tan mal y no vale la pena tanto esfuerzo. Como la mayoría de la gente, decía un escritor, se ha acostumbrado a vivir en un mar de excremento y lo que le interesa es que no se le formen tormentas. En mi caso la idea no es buscar ayuda para estar crisis temporales, sino tener forma de vivir mejor que incluso evitará que muchas de esas crisis lleguen. No quiero vivir resignado en una “desgracia aceptable". Quiero ser feliz.
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