No me ha sido fácil ir bajando mis expectativas acerca de lo que debería
ser mi vida y la de las demás. Lo he ido logrando al aprender a ser más
realista. La verdad es que hay cosas que no puedo ni debo cambiar por más que
lo desee. Una de las cosas que más anhelaba cambiar era el comportamiento
irracional de los demás. Me dolía y todavía me duele ver actitudes que
considero inhumanas. Y más duele cuando son practicadas por gente que me es muy
querida. Estoy convencido de que la razón de que los seres humanos estemos en
este mundo es para vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás.
Ver tanta injusticia y ser víctima de ella no es agradable. Lo detesto.
El egoísmo está muy arraigado en el corazón de mucha gente. Pero no puedo
obligarla a cambiar. Puedo tratar de estimular un cambio en ella dando el ejemplo
de una vida regida por buenos principios, y mostrando los maravillosos frutos
que produce vivir como todas las personas estamos destinadas a vivir. Forzarla
es además de inútil y desgastante, una falta de respeto al derecho que tiene
cada persona de usar su libre albedrío para escoger su camino, aunque se dirija
a un abismo. Bueno, también estoy en disposición de aceptar que el camino
elegido por el otro, aunque no sea de mi gusto, lo lleve a un destino
venturoso.
Una vez escuché a alguien decir que para Al-Anon la madurez, entre otras
cosas implica vivir en paz con lo que no podemos cambiar. Es cierto que hay
cosas que quisiera cambiar, pero he hecho las paces con lo inevitable. En este
momento quisiera sanar el cáncer de una familiar, tener trabajo nuevamente,
llevar a miles de personas a Al-Anon y muchas más cosas. Algunas sucederán,
otras no. Le pido a Dios como yo lo concibo, el valor para cambiar lo que puedo
y aceptar serenamente lo que no.
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