miércoles, 20 de abril de 2016

Sin justificaciones para hacer lo incorrecto

Ya no tengo justificaciones para mis actos de mal juicio. Lo correcto es admitir que me equivoqué y hacer las correcciones del caso. Tratar de evadir mi responsabilidad, no hacer frente a la verdad sería una actitud infantil que iría en detrimento de mi recuperación. Si el orgullo nos enferma entonces su opuesto, la humildad, es lo que nos sana. ¿Y qué es la humildad? Es andar en la verdad y eso implica aceptar la realidad. No puedo disfrazarla con palabras bonitas ni astutamente acomadarla de una manera convincente a mi conveniencia. No es fácil cuando se me ha enseñado que lo más importante es tener la razón y evitar la culpabilidad por haber actuado incorrectamente. Abandonar una creencia tan arraigada cuesta aunque sea incorrecta. Pero solo aceptando mis fallos puedo reconocer las áreas en que estoy mal y trabajar por mejorarlas. Voltear la cara y pretender no verlas asegura mi estancamiento espiritual y mi sufrimiento.

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