Desde que oí hace una semana la
frase "competencia de egos" no me la he podido sacar de la cabeza. La
dijo una miembro de A.A. en una charla que escuché en Internet. Se refería al
problema de las parejas que achacaba a dicha competencia, pero para mí esa
lucha es lo que tiene al mundo de cabeza y no solo a las parejas. Esa fiera
pelea por el dominio la veo todo el tiempo y a veces hasta caigo en ella,
aunque ahora lo detecto y me retiro. Esa lucha absurda es la que nos está
haciendo pedazos y nadie parece querer ceder, solo unos cuantos afortunados que
por la gracia de Dios han comprendido que la felicidad no se trata de lo que pueden
darles sino de lo bueno que pueden ofrecerle a la vida. O sea se trata de
desarrollar virtudes en vez de defectos.
Me espanta ver tanto egocentrismo y me
espanta que la gente no pueda verlo y hasta crea que es correcto. La entiendo
porque yo creía lo mismo antes de descubrir la verdad. He tenido que abandonar
muchas falsas creencias para irle quitando al ego su poderoso influjo sobre mí y para
que el espíritu, ese sabio interior como lo catalogó una compañera en una
reunión, tomara las riendas. No se vive una edad de oro a nivel personal,
familiar, comunal ni mundial por esa miserable competencia de egos. Se
desperdicia el potencial de toda persona por esa deformación que muchos no ven
y en su lugar alimentan porque se les ha enseñado que es lo correcto y
deseable.
No quiero competir más. La carrera es inútil y el
premio es espantoso. Mi lucha es ahora contra ese ego que admito a ratos se
muere de ganas por entrar en la contienda. Ya no quiero pensar en la gente como en
rivales o medios para satisfacer mis necesidades egocéntricas. No quiero que mi
podio sea un montón de gente destruida por mi falta de equilibrio emocional. El
premio que anhelo y que no se consigue en una competencia de egos, es vivir en
paz y establecer relaciones armoniosas con los demás.
C.G.
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