Protegido de la insensatez de los demás

No siempre se me hace fácil no dejarme afectar por lo que otros digan o hagan. Ver tanto egoísmo y sus derivados es como tener constantemente una invitación para caer en la tristeza o el enojo. Ya antes había dicho que, considerando mi debilidad, no es fácil sanar en un mundo enfermo. Aun así, es necesario hacerlo. No puedo y no quiero volver a lo de antes. No deseo ni por un instante volver a ser una marioneta de mi ego. En medio de tanta insensatez debo mantener mi equilibrio emocional y llevar un mensaje de esperanza. Sin la ayuda de Al-Anon y el Dios de mi entendimiento, esto no sería posible.

El comprender a los otros y aceptar lo que no puedo cambiar, ha facilitado mucho mi convivencia con el resto de las personas. Amo lo mejor de ellas y he ido aprendiendo a manejar con más inteligencia emocional las cosas cuando se presentan conflictos. Ya no quiero aislarme o vivir en un conflicto permanente, sino que procuro establecer relaciones sanas. Si su opción de vida es distinta a la mía, aunque claramente sea dañina, están en su derecho de dirigir su vida por el rumbo que quieran. Respeto, pero también pido respeto para mí. Buscar el bienestar común no significa que yo permita ser echado a un lado y que mis derechos sean pasados por alto.

Cuando se toca el tema de la tolerancia y del desprendimiento emocional en los grupos a los que asisto, normalmente comento un pensamiento que leí hace mucho tiempo y que dice que al no poder ponerle al mundo una alfombra, al menos sí puedo ponerme unos zapatos para andar cómodamente por él. No todo puede girar alrededor de mis gustos y preferencias como me dice mi padrino, pero puedo tomar una actitud que me permita evitar vivir constantemente frustrado si pretendo un control imposible. Lo me que protege de la insensatez de los demás es mantener mi propia sensatez por medio de lo que me enseña el programa.

 

C.G.