Venía camino del trabajo hablando con un amigo acerca de las grandes problemáticas que se viven en las familias de mi país. Le señalé que la principal causa son los trastornos emocionales que sufre mucha gente y que no me cabía duda que el tema de las adicciones contribuía en mucho con ese flagelo familiar. En mi sociedad el alcoholismo ha causado estragos. Todo el tiempo oigo historias terribles sobre los efectos devastadores que esa enfermedad ha causado en muchas personas. Veía un nuevo video de la Oficina de Servicios Generales de Al-Anon Costa Rica (el enlace está más abajo) en donde varias compañeras hablan de sus tristes experiencias conviviendo con un enfermo alcohólico. He tenido la suerte de ser consciente de que ese daño sigue en mí y de que debo repararlo usando toda la ayuda que también ahora sé tengo a mi disposición.
Igual que como el alcohólico no es consciente de su propio problema, los que convivimos o hemos convivido con él tampoco somos conscientes del nuestro. Andamos con las heridas abiertas infligiendo a su vez heridas a otra gente. Llevamos dentro un enemigo astuto que nos hace creer que no existe y así puede actuar impunemente. De esa manera se asegura de pasar su terrible herencia de generación a generación. Saca lo peor de nosotros lo que lógicamente nos impide cumplir nuestro destino en el mundo que es dar lo mejor. Eso nos priva de ser felices —nuestras acciones positivas son las que producen felicidad— hundiéndonos en una frustración continua. Mucha gente morirá sin haber vivido debido a una triste carga que nunca supo llevaba sobre sus hombros.
Me entusiasma ver que hay iniciativas para llamar a las personas a la reflexión sobre sus propias vidas, para considerar las inevitables distorsiones que la convivencia actual o pasada en un hogar alcohólico han causado en su ser. Deseo que muchas se decidan por buscar sanación, yo recomiendo hacerlo en las salas de Al-Anon, para que puedan vivir mejor y dejar de contribuir con algo que odiaron.
Igual que como el alcohólico no es consciente de su propio problema, los que convivimos o hemos convivido con él tampoco somos conscientes del nuestro. Andamos con las heridas abiertas infligiendo a su vez heridas a otra gente. Llevamos dentro un enemigo astuto que nos hace creer que no existe y así puede actuar impunemente. De esa manera se asegura de pasar su terrible herencia de generación a generación. Saca lo peor de nosotros lo que lógicamente nos impide cumplir nuestro destino en el mundo que es dar lo mejor. Eso nos priva de ser felices —nuestras acciones positivas son las que producen felicidad— hundiéndonos en una frustración continua. Mucha gente morirá sin haber vivido debido a una triste carga que nunca supo llevaba sobre sus hombros.
Me entusiasma ver que hay iniciativas para llamar a las personas a la reflexión sobre sus propias vidas, para considerar las inevitables distorsiones que la convivencia actual o pasada en un hogar alcohólico han causado en su ser. Deseo que muchas se decidan por buscar sanación, yo recomiendo hacerlo en las salas de Al-Anon, para que puedan vivir mejor y dejar de contribuir con algo que odiaron.
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