No logro recordar una sola época de mi vida en que mi neurosis, que antes le llamaban nervios y para los cuales recibí durante la niñez un tratamiento médico que resultó inefectivo, no me molestara. Mi peor momento fue cuando la ansiedad se manifestó en mí de una manera agresiva e incapacitante. Fue una bomba que me hizo temer en cierto momento que mi vida estaba arruinada. Llegué a pensar que tendría que pasármela encerrado en mi casa, cosa que me producía más ansiedad y me atribulaba muchísimo más. Había desarrollado lo que después supe era agorafobia.
No puedo decir que he llevado una vida normal. Mi interacción social ha sido deficiente. Pensaba que las soluciones de mis problemas en general vendrían de alguna parte excepto de mí mismo. El Programa cambió mi perspectiva. Si bien es cierto me habían sucedido cosas terribles, mis propios defectos como humano aumentaron mi problema. Me había convertido en un lugar propicio donde mis defectos se desarrollaron a sus anchas, en especial el miedo. La solución que se me ofreció fue luchar contra mis verdugos internos. Esos eran los verdaderos enemigos a quienes había que conquistar. Desde un punto de vista victimista, la idea suena escandalosa e indignante. Yo la asimilé bien porque era totalmente razonable y para mí ha demostrado ser verdad. En la medida que actúo conforme a lo que me enseña el programa, me siento bien y las cosas tienden a salir mejor.
Titubeé mucho antes de entrar al Programa pero me alegro de haberlo hecho. El temor quiso hacerme otra vez una zancadilla pero lo ignoré. Fue una muy buena decisión que me ha llevado a tomar otras muy buenas decisiones. El camino hacia una mejor forma de vida se abrió ante mí y me atreví a cruzarlo. La aventura de mi recuperación espiritual había empezado.
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