martes, 4 de agosto de 2015

Afecto dañino

Cuando me acuerdo que creía que el amor era sentir un afecto desbordado, una atracción irresistible que me hiciera despertar una sensación de alegría sin igual al ver o pensar en alguien o algo, me da un poquitín de risa. ¡Estaba bien equivocado! Se me había educado mal en ese sentido, o mejor dicho no había sido educado del todo. La idea del amor que había captado solo era muy cándida. Desde que comprendí la realidad, insisto en que amar es tratar a los demás con la consideración debida, sin importar lo que sienta por ellos. Es practicar el bien y como parte de ese bien debo tener en cuenta una idea no muy popular entre la gente “amorosa": Dejar a los demás hacer uso de su libertad.

 Se puede sentir afecto o afición por algo o alguien y aun así no amarlo. Es posible que hasta le causé daño. He visto personas que atrofian el crecimiento natural de otros, abusan de ellos e incluso auspician sus adicciones, y todo con muchísimo afecto. Su embeleso no les permite pensar claramente y por lo tanto actuar razonablemente. Por eso lo que siento no es buen elemento de juicio para saber si actúo con o sin amor. Hay, y yo fui uno de ellos, muchos partidarios de la idea de haz lo que el corazón te diga. Sin embargo, el programa nos enseña que nuestra base espiritual es que "los principios se anteponen a las personas". Los sentimientos no son malos, aunque es riesgoso dejarse guiar solo por ellos, ¡que lo digamos los miembros afectados por el alcoholismo ajeno! Usar los principios nos asegura hacer lo correcto.

 C.G.

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