Me siento muy alegre de haber obtenido una visión más realista y clara de la vida, lo que ha redundado en vivirla con más serenidad. Cuando comparto en el grupo cómo veía antes las cosas y cómo las veo ahora, me doy cuenta de la gran transformación que se ha operado en mí. Antes mi ansiedad me hacía propenso al alarmismo y la paranoia, porque me llenaba de fantasías fatalistas y sobredimensionaba las dificultades. Ver la realidad tal cual es y el practicar la fe en un Poder Superior, ha ido arrancándome mis "gafas catastróficas". Mi tendencia de esperar lo peor, se ha ido convirtiendo en una tendencia a esperar lo mejor.
Desdichadamente lo normal es reaccionar y no razonar. Es común que la gente se sobresalte sin tener mayor evidencia de que la situación que enfrentan sea tan grande como su reacción. Empieza a suponer lo peor y agranda el problema a tal punto que lo convierte en un desastre. La gente termina haciendo el problema a la medida de su neurosis.
Una mañana me desperté sintiendo algo en el estómago que me producía un dolor punzante. La piel se me había enrojecido, pero en ese momento no le di mayor importancia porque el dolor era superficial. Al pasar el tiempo sentía ese algo irse haciendo más grande, y el dolor aumentaba. Estaba convencido de que era un quiste, en consecuencia, significaba ir al médico quien, lo más lógico, me enviaría al quirófano. Esa idea me llenó de gran preocupación y decidí presionar fuertemente esa área para determinar qué tan grande era el quiste y que tanto daño me estaba haciendo. La presión reveló lo que era realmente: una espinilla. Ese es solo un ejemplo de cómo mi mente se había acostumbrado a magnificar las dificultades, hasta que aprendí a pensar correctamente y ver más allá de mi ofuscación.
Desdichadamente lo normal es reaccionar y no razonar. Es común que la gente se sobresalte sin tener mayor evidencia de que la situación que enfrentan sea tan grande como su reacción. Empieza a suponer lo peor y agranda el problema a tal punto que lo convierte en un desastre. La gente termina haciendo el problema a la medida de su neurosis.
Una mañana me desperté sintiendo algo en el estómago que me producía un dolor punzante. La piel se me había enrojecido, pero en ese momento no le di mayor importancia porque el dolor era superficial. Al pasar el tiempo sentía ese algo irse haciendo más grande, y el dolor aumentaba. Estaba convencido de que era un quiste, en consecuencia, significaba ir al médico quien, lo más lógico, me enviaría al quirófano. Esa idea me llenó de gran preocupación y decidí presionar fuertemente esa área para determinar qué tan grande era el quiste y que tanto daño me estaba haciendo. La presión reveló lo que era realmente: una espinilla. Ese es solo un ejemplo de cómo mi mente se había acostumbrado a magnificar las dificultades, hasta que aprendí a pensar correctamente y ver más allá de mi ofuscación.
C.G.
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