A lo largo de mi vida mucha gente me ha causado perjuicios. Algunos de ellos jamás me hubiera imaginado que se atreverían a hacerlo. Eran personas muy dañadas a quienes perdoné, incluso antes de saber lo que era verdaderamente el perdón. Cuando no lo sabía, llegué a sentir culpabilidad porque creí que no lo había hecho, pero sí lo hice. En mi niñez/adolescencia me sorprendía en especial que los adultos, quienes se suponía sabían lo que hacían, actuaran irracionalmente dañándose y dañando a otros. Asumía erróneamente que la madurez emocional no podía ir por detrás de la madurez física, muchísimo menos en la gente que era calificada como "mejor". De haber sabido lo que sé ahora, no habría permitido que sus insolencias sembraran enemistad en mi corazón. Hoy los perdono. No sabían lo que hacían. Lo bueno es que yo sí sé lo que hago, y tengo mejores posibilidades de evitar las mortales trampas del ego en las que esas personas cayeron y siguen cayendo.
Meditaciones personales de un miembro costarricense de la hermandad mundial Al-Anon, dedicada a llevar fortaleza y esperanza a personas afectadas por bebedores problema.
jueves, 3 de septiembre de 2015
"Ofrézcale una cerveza".
Mi papá llevaba ya muchos años de no beber y cuando una de sus hermanas le dijo a uno de mis primos "¡Ofrézcale una cerveza!", se me crisparon los nervios. Como que por un momento se abrió paso con mucha vividez, el recuerdo de una pesadilla que yo daba por muerta y bien enterrada. Pero también me sobrecogió la frialdad de mi familiar que a todas luces lo que quería era causar daño. No era la primera vez. La diferencia con respecto a ocasiones anteriores es que el nivel de daño hubiera sido gigantesco porque, y ella bien lo sabía, ese trago podía reiniciar la compulsión de mi papá. No debía sorprenderme porque ella misma y su familia estaban hundidos en una pesadilla, que no tenía nada que ver con el alcoholismo pero para nada menos temible, y era de esperarse que su alma enferma quisiera contagiar el dolor que la apresaba. Por prudencia nos alejamos de ella cuando ese mismo dolor traducido en ira, se convirtió en ataques más directos y violentos contra nosotros. No se podía esperar otra cosa de alguien con semejante nivel de deformación interior. Comprenderla me facilita al día de hoy no guardar resentimiento y recordarla con mucha compasión.
A lo largo de mi vida mucha gente me ha causado perjuicios. Algunos de ellos jamás me hubiera imaginado que se atreverían a hacerlo. Eran personas muy dañadas a quienes perdoné, incluso antes de saber lo que era verdaderamente el perdón. Cuando no lo sabía, llegué a sentir culpabilidad porque creí que no lo había hecho, pero sí lo hice. En mi niñez/adolescencia me sorprendía en especial que los adultos, quienes se suponía sabían lo que hacían, actuaran irracionalmente dañándose y dañando a otros. Asumía erróneamente que la madurez emocional no podía ir por detrás de la madurez física, muchísimo menos en la gente que era calificada como "mejor". De haber sabido lo que sé ahora, no habría permitido que sus insolencias sembraran enemistad en mi corazón. Hoy los perdono. No sabían lo que hacían. Lo bueno es que yo sí sé lo que hago, y tengo mejores posibilidades de evitar las mortales trampas del ego en las que esas personas cayeron y siguen cayendo.
A lo largo de mi vida mucha gente me ha causado perjuicios. Algunos de ellos jamás me hubiera imaginado que se atreverían a hacerlo. Eran personas muy dañadas a quienes perdoné, incluso antes de saber lo que era verdaderamente el perdón. Cuando no lo sabía, llegué a sentir culpabilidad porque creí que no lo había hecho, pero sí lo hice. En mi niñez/adolescencia me sorprendía en especial que los adultos, quienes se suponía sabían lo que hacían, actuaran irracionalmente dañándose y dañando a otros. Asumía erróneamente que la madurez emocional no podía ir por detrás de la madurez física, muchísimo menos en la gente que era calificada como "mejor". De haber sabido lo que sé ahora, no habría permitido que sus insolencias sembraran enemistad en mi corazón. Hoy los perdono. No sabían lo que hacían. Lo bueno es que yo sí sé lo que hago, y tengo mejores posibilidades de evitar las mortales trampas del ego en las que esas personas cayeron y siguen cayendo.
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