domingo, 4 de octubre de 2015

Las consecuencias de nuestros actos

El Programa hace bastante énfasis en el servicio a los demás. Es uno de sus pilares y pareciera el fin último del mismo. Me preguntaba porqué y la primera respuesta que se me vino a la cabeza fue que el servicio desinteresado me ayuda reducir mi egocentrismo, que es el que me enferma. A menos ego, mayor salud emocional.  Hacer el bien a los demás siempre trae su recompensa aunque no la esperemos. El sentido de la vida hombre es amar y a medida que lo haga, más feliz es. Cuanto más me decida a tratar a los demás con consideración y vivir en armonía, mejor me siento. Lo que llamamos recuperación es el proceso de alcanzar la plenitud humana a la que todos estamos llamados a llegar. Es encontrar el sentido de la vida y vivir de acuerdo a él.

Si hacer bien a otro nos hace avanzar hacia la realización humana, hacer daño tiene que producir el efecto contrario.  Me reduzco como persona trayendo como consecuencia más egocentrismo y me vuelvo un imán de la desgracia. Algunos refutaran ambas ideas porque a simple vista pareciera que a los que dañan les va muy bien, y los que hacen bien la pasan difícil. Creo que hay que ver más allá de lo superficial y entender de otro modo el “que le vaya bien a uno.”  Por lo que he visto, las consecuencias de nuestros actos, correctos o incorrectos, siempre traen consecuencias. Mi distorsionada forma de ver la vida me hizo dudar que lo que en general se ha llamado lo correcto y  se ha pregonado desde hace siglos, era práctico. La dicha entendida como placer no parecía poder ser alcanzada sin hacer cosas inapropiadas y mucha gente estaba dispuesta a disculparlas y aceptarlas, por ser el precio para lograr el éxito.

Ya no me cabe duda que no se puede causar daño a otros, por más justificaciones que le ponga. Mi felicidad es la que está en juego y la vida siempre pasa la factura. En el plano espiritual no existe la impunidad.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Le sugiero dejar su comentario usando la opción Anónimo