jueves, 1 de octubre de 2015

El búnker

En el trayecto de regreso a mi hogar, después del trabajo, todos los días tenía que pasar frente a una casa algo deteriorada de donde veía entrar y salir gente con aspecto sospechoso. La entrada principal estaba muy cubierta dándome la impresión que se trataba de un escondite. Llegué a la conclusión que era un búnker de droga. Al pasar frente a ese lugar tenía una sensación de tristeza y enojo. Tristeza por la tragedia que vivían las personas que habitaban en esa casa y enojo porque sabía que estaban contribuyendo a esparcir esa tragedia. Otra cosa que me enojaba era que las autoridades no hubieran tomado cartas en el asunto, especialmente considerando lo céntrico de ese sitio de distribución de drogas y albergue de adictos.

Un día me quedé boquiabierto cuando vi salir del búnker un muchacho a quien no hace mucho le habíamos celebrado su aniversario de sobriedad en una actividad que reunía a miembros de diferentes grupos de 12 Pasos. Sentí un vacío en el estómago y una gran decepción. O bien había recaído en la droga o era un hipócrita. Tuve deseos de contárselo al encargado de organizar dichas actividades especiales para que tomara cartas en el asunto. Verlo compartir con los demás adictos que estaban parados muy campantes me perturbó. No tenía por qué sorprenderme ya que en esas mismas actividades habían dicho que los adictos son mentirosos y manipuladores así que no debía extrañarme su cinismo. Pensé en todas las personas que lo felicitaron el día que se le festejó y me dio pena por ellas.

Una tarde volví a pasar por el búnker y me encontré en la acera a la persona a quien le iba contar acerca del falso adicto en recuperación. Como de costumbre me saludó muy cordialmente y me invitó a ir un día a conocer el centro de restauración ¡El búnker era el centro de restauración! ¡La gente que vivía ahí eran adictos recuperándose! Ya antes me había invitado a unas reuniones que se realizaban en esa zona, pero me imaginaba unas instalaciones algo más glamorosas. No le conté nada de lo que mi suspicacia me había hecho sospechar y me despedí. En el camino iba pensando que todavía tengo mucho trabajo que seguir haciendo para dejar de juzgar con ligereza.

C.G.

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