domingo, 3 de mayo de 2015

El fuego no se combate con el fuego


"¡Si quiere, acá mismo le pego!", me amenazó un familiar al tiempo que me mostraba su puño. Yo iba saliendo para la iglesia cuando me lo encontré frente a la casa de unos vecinos y aprovechó para retarme. Habían pasado ya varias semanas desde que se había iniciado unas rencillas con unos familiares paternos a raíz de su creencia infundada de que mi familia planeaba dejarlos en la calle. Yo me había mantenido al margen, por eso me sorprendió cuando quiso involucrarme. Inmediatamente me di cuenta de su plan. Quería, aparte de empeorar el conflicto, armar un escándalo frente a los vecinos para delante de ellos tratar de destruir la buena imagen que tenían de mí y de mi familia. No caí, solo lo ignoré.

No voy a negar que sentí ira, pero ese mismo día tuve junta y aproveché para expresar mi enojo junto con mi deseo de perdonarlo. Me ayudó recordar su dolor interno, que cargaba desde niño por ser hijo de una madre torturadora física y psicológicamente y un padre abusador de menores, que dentro de sus víctimas se encontraba su propia prole. Ese día, en el momento preciso del hecho, él llevaba de paseo a su hermano menor que había nacido en una ambulancia frente a su casa porque su madre ocultó el embarazo cuanto pudo. Ya lo había hecho en otras ocasiones, pero esa vez no tuvo tiempo de llegar al hospital y dio a luz delante de todos los vecinos. No aceptaba sus embarazos y confesó, por lo menos una vez, haberse tratado de provocar un aborto golpeándose el abdomen. ¿No era mi agresor digno de compasión? 

El papá de ese familiar, pese a su historial de corrupción, era policía y estaba protegido por la delegación a la que pertenecía, lo que empeoraba las cosas. La solución nos llegó del Cielo. Un policía de otra zona y su amiga abogada, nos tendieron una mano. Los agresores se mantuvieron a raya hasta que también con la ayuda de Dios, nos fuimos a residir a un lugar muchísimo mejor.

He tenido que enfrentar provocaciones. He sentido el deseo de lanzarme con ira a agredir con palabras y hechos a mis agresores. Con la ayuda de Dios he podido contenerme y tomar acciones más inteligentes y efectivas. La tentación de combatir fuego con fuego es muy grande. Al-Anon nos enseña que hay otra salida. No tenemos ni debemos quedarnos de brazos cruzados frente a la agresión. No podemos caer en el juego neurótico de un agresor, por eso pensamos, modulamos nuestras emociones y luego accionamos adecuadamente. Así no nos dañamos y resolvemos el problema juiciosamente. Pensamos, no reaccionamos. Nos defendemos con la habilidad emocional que nos da el programa.

C.G.

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