domingo, 10 de mayo de 2015

Un fantasma siempre al acecho



Hasta ahora, cada vez que se me pide trasmitir el mensaje, he sido enfático en el hecho de que aunque el enfermo alcohólico ya no beba e incluso ya no esté o haya muerto, el daño sigue dentro de nosotros. Igual que al alcohólico, el fantasma del alcoholismo nos acecha. Igual que el alcohólico que no puede decir que está libre de su condena, tampoco nosotros podemos decir que estamos libres de la nuestra y, como ellos, lo que recibimos es una suspensión diaria de nuestra condena, a condición de que estemos dispuestos a trabajar por esa libertad. Si bajamos la guardia, estaremos en problemas.

 Después de un terremoto hay que reconstruir. Los daños no se arreglan por sí solos. Si no hacemos nada, el desastre se mantendrá. Hay que salir de los escombros. El hecho de que el enfermo alcohólico deje la bebida, no es garantía de que la basura neurótica que quedó diseminada desaparezca. La recuperación de los que hemos sido afectados por el alcoholismo, es un proceso que no está condicionado a si el enfermo está o no activo. Esto porque el problema no es él: somos nosotros.

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