jueves, 18 de junio de 2015

"Al que no quiere sopa..."

Uno de los recuerdos más vívidos de mi niñez es cuando en la escuela celebramos el cumpleaños de una compañera. Todo estuvo muy bien hasta que nos dieron un refresco que a mí no me gustó. Alargué la mano para que se llevaran el jarro y me preguntó una de las personas que nos atendían "¿Quieres más?" Impactado al verme enfrentado a un adulto, a quien pensé iba a decepcionar al decirle no, mi miedo contestó sí. Ahí aplicó el dicho "al que no quiere sopa, que le den dos tazas".

El miedo es un gran obstáculo para la sinceridad. Sacrificamos la verdad por el miedo de herir o ser heridos. Si bien es cierto hay que cuidar lo que se dice y lo que no se dice (el anonimato nos ayuda mucho en eso), si debo decirla entonces tengo que hacerlo. Mentir por complacer y que eso me lleve a hacer lo que no quiero, aparte de traicionarme, hace que yo viva en una mentira y tenga a los demás viviendo en el engaño. Eso va contra nuestros principios espirituales. Los que seguimos el programa somos amantes de la realidad. La necesitamos para vivir sanos.


Como parte de nuestro inventario, podríamos preguntarnos a qué situaciones le estamos diciendo sí cuando en realidad queremos decir no, y viceversa. Al descubrirlas, entonces podemos pedir a nuestro Poder Superior el valor para cambiar las cosas que sí podemos para salirnos de esas situaciones,  fuente de una frustración y culpabilidad permanentes. En mi caso lo hago porque ya no quiero volverme a beber el refresco que no me gusta por quedar bien ante los demás, aunque quede mal delante de mí mismo.

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