domingo, 28 de junio de 2015

Un hombre Al-Anon



Antes de entrar a Al-Anon sabía que no iba a encontrar muchos miembros hombres. En las muchas charlas que escuché y que me motivaron a incorporarme a esa hermandad, se hacía evidente que una abrumadora mayoría eran mujeres. Eso no me detuvo. Para mí no era un obstáculo y sabía que lo más importante era mi recuperación emocional. Verme entre tantas mujeres me recordó mi niñez. Se esperaba que los hombres fueran indiferentes y distantes con los niños, así que generalmente estaba acompañado de mujeres. Me sentí muy a gusto entre mis compañeras que también habían probado la amargura de convivir con el alcoholismo, pero que ahora estaban probando las mieles de la sanación por medio del crecimiento interior que promueve el programa.

En algún momento recibí críticas por interesarme en el tema del mejoramiento personal. Algunos consideraban que era un asunto exclusivo para mujeres. La supuesta invulnerabilidad masculina debía bastarme para que no me afectara nada. Lo mejor no era ni buscar sanación sino reprimirme. Y si eso me volvía hosco, egoísta, frío, mezquino e indiferente, pues mejor porque eso es lo que se esperaba de un hombre. No me creí esas mentiras y solo por la gracia de Dios encontré un lugar en el grupo que me ha dado tanto. Me siento muy contento de ser un Al-Anon.
 
C.G.

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