"No quiero para mí tantas desgracias"
dice uno de mis poemas favoritos de Pablo Neruda. Esa frase me resuena en
la cabeza cuando veo las tragedias en que muchas personas caen a causa de
sus malas decisiones, que en su momento les parecieron maravillosas y que les
producirían grandes retribuciones. En algún momento los envidié hasta que
fui madurando y, no solo supe a los abismos que llevaban esos caminos,
sino que los vi caer en ellos.
Hay muchas cosas que he considerado como deseables y hasta lógico
querer lograrlas. Las primeras que se me vienen a la cabeza son pareja,
riqueza y poder. En realidad no sé el efecto que pueden tener en mi vida
y prefiero ponerlas a consideración del Dios de mi entendimiento. Mi
juicio y visión son muy limitados. Ya me he hecho mucho daño durante mi
vida y lo que menos quiero es complicármela persiguiendo objetivos
dañinos. Amarme significa no exponerme a sufrir daños. Tengo que alejarme
de todo lo que sea perjudicial y acercarme a lo que me beneficia. Si es
necesario que sufra, será solo en pro de un bien mayor.
A medida que he ido dominando mis emociones, la razón va
adquiriendo el control y le doy mucho espacio al pensamiento antes de
tomar decisiones sobre temas fundamentales. En ese momento de duda le
pido a Dios su guía. No quiero dejarme llevar por el miedo ni el deseo.
Solo quiero la orientación de mi Poder Superior. Mi neurosis todavía
quiere sabotearme y hacerme tomar el camino equivocado. Debo tener mucho
cuidado y no confiarme solo en mi juicio. Actuar de manera irreflexiva me
ha llevado a tomar muy malas decisiones. Y ya no quiero tomar más.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Le sugiero dejar su comentario usando la opción Anónimo