martes, 2 de junio de 2015

Huir del peligro



"No quiero para mí tantas desgracias" dice uno de mis poemas favoritos de  Pablo Neruda. Esa frase me resuena en la cabeza cuando veo las tragedias en que muchas  personas caen a causa de sus malas decisiones, que en su momento les parecieron maravillosas y que les producirían grandes retribuciones. En algún momento los envidié hasta que fui  madurando y, no solo supe a los abismos que llevaban esos caminos, sino que los vi caer en  ellos.

Hay muchas cosas que he considerado como deseables y hasta lógico querer lograrlas. Las primeras  que se me vienen a la cabeza son pareja, riqueza y poder. En realidad no sé el efecto que  pueden tener en mi vida y prefiero ponerlas a consideración del Dios de mi entendimiento. Mi  juicio y visión son muy limitados. Ya me he hecho mucho daño  durante mi vida y lo que menos quiero es complicármela  persiguiendo objetivos dañinos.  Amarme significa no exponerme a sufrir daños. Tengo que alejarme de todo lo que sea perjudicial y acercarme a lo que me beneficia. Si es necesario que sufra, será solo en pro de un bien mayor.

A medida que he ido dominando mis emociones, la razón va adquiriendo el control y le doy mucho  espacio al pensamiento antes de tomar decisiones sobre temas fundamentales. En ese momento de  duda le pido a Dios su guía. No quiero dejarme llevar por el miedo ni el deseo. Solo  quiero la orientación de mi Poder Superior. Mi neurosis todavía quiere sabotearme y hacerme  tomar el camino equivocado. Debo tener mucho cuidado y no confiarme solo en mi juicio. Actuar  de manera irreflexiva me ha llevado a tomar muy malas decisiones. Y ya no quiero tomar más.

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